El mundo homosexual



Y así una mañana de sol y una lectura feminista le dio a ella gran placer, pidió un café y venía con dos galletas. La mañana era perfecta.

Absorta en su lectura fue distraía por un gran bullicio; el local repentinamente se había llenado de señoras teñidas de rubio e innumerables carteras poblaban el suelo. Así es como la realidad le azotaba su mundo. 

Hasta que lo inesperado sucedió. Una de las damas reprochaba a otra señalando: “tienes que resaltar esos jarrones, no los puedes tener ahí en el piso”. Siguió leyendo, pero como se lee sin estar, no solo no leía frases, no leía ni las letras, pero la lectura avanzaba, sin duda.

El momento de la retirada sucedió poco después. Dejó propina y se dispuso a sacar dinero para la locomoción, fue ahí cuando sintió un par de ojos sobre ella. Los ojos iban dirigidos a su polera blanca levemente trasparente, mas específicamente, a sus pechos.  Reflexionó tristemente: “no soy feminista de revolución, tampoco feminista de café, tampoco seré una mujer de pelo teñido a los 65, en este instante soy ese jarrón” 

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